Con este magnífico libro de Fray Diego de Valencina de 1947, quiero iniciar una serie dedicada a la Bibliografía que hace referencia a nuestras singulares saetas.
Ha sido mi más reciente y deseada adquisición, ya que no había manera de encontrarlo por ningún sitio, y del que estaba totalmente seguro que hacía referencia a las saetas de nuestro pueblo… Y ciertamente no me equivocaba:
“Castro, sin disputa, se distingue entre todos por su entusiasmo. Tienen los castreños a mucha gala conservar su antigua raigambre en lo tocante a la letra y a la melodía de la saeta. De padres a hijos van heredando, cual precioso legado, la obligación de cantar las saetas antiguas. Nada de modernismos que tenga sabor mundano. Su melodía recuerda el canto litúrgico más que nada.
De entre todos los pueblos donde he oído las saetas, los que, a mi juicio, conservan su estilo propio y de abolengo (el más bonito, como dice Turina) son Bollullos del Condado, Valencina, Castro del Río y Mairena del Alcor. En este último, más estilizado que en ningún otro.
De la amplísima lista de saetas que aparecen en este libro, aunque en ningún caso especifica su procedencia, en la clasificación únicamente las diferencia entre dirigidas a Jesús o a la Virgen, aparece una samaritana:
Porqué Tú lloras, María,
están llorando las flores,
llenas de melancolía,
y te brindan sus olores
al amanecer el día.
Se recogen una serie de saetas de cinco versos dedicadas a Jesús, que posiblemente sean pregones o saetas a rigor de Castro, pero no está muy claro.
Lo más importante a destacar de este libro, aparte de lo anteriormente expuesto, es la semejanza entre las saetas que cantaban los misioneros y las de Castro. Hay una serie de “Coplas amorosas que el P. Fr. Diego de Cádiz contemplaba en la Pasión del Señor”, que tienen idéntica métrica y temática de los pregones o saetas a rigor castreños. Son descriptivos de la pasión y contienen el aviso o sentencia moral:
Por Pilatos remitido
ante el Rey Herodes fuiste,
quien milagros ha pedido
y porque no los hiciste,
de loco fuiste vestido.
Mi Dios, ante Vos postrado
lloro y gimo con dolor;
pésame de haber pecado,
pues por mi culpa y error
fuiste preso y maltratado.
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